Una serie de circunstancias celestes inusuales coincidieron el domingo por la noche para ocultar la Luna que luego reapareció vestida de un tenue rojo en un eclipse total que cautivó a los observadores en las Américas, Europa y Africa.
En México y Los Ángeles, de París a Uarzazat, las miradas se posaron en el cielo para observar el fenómeno, alrededor de la medianoche para el continente americano, poco antes del alba para tierras europeas y africanas.
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El eclipse duró unas tres horas: una primera hora en que la Luna llena fue suavemente tragada por la sombra de la Tierra, luego una hora de eclipse total y finalmente una hora en que la Luna progresivamente se asomó nuevamente plena y brillante.
La Luna era una "Súper Luna", el término usado cuando el satélite se encuentra a una distancia relativamente cerca de la Tierra, unos 358.000 kilómetros, por lo que se vio más grande de lo normal.