Un laberinto caleidoscópico de mosaicos, azulejos, colores, materiales reciclados y delicadas piezas de artesanía mexicana esculpen el "Jardín Mágico" de Isaiah Zagar, el trabajo de más de 20 años de este artista local de 80 años, que se ha convertido en un atractivo cultural de Filadelfia.
Es como un diario, como un viaje por la mente de Zagar, asegura a Efe la directora del "Magic Garden", Emily Smith, que explica que detrás de la alegría y los colores que se ven a primera vista, se puede vislumbrar la oscuridad, la infelicidad y la gran ansiedad del artista, que fue diagnosticado bipolar y que "ha luchado toda su vida contra sus depresiones psicológicas".
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Trozos de azulejos y baldosas, botellas vacías, pedazos de espejos, alambres, radios de bicicletas, piezas de porcelana y un sinfín de materiales de desecho se extienden por las paredes y los muros interiores y exteriores del edificio que acoge el Jardín Mágico y lo desborda.
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Componen figuras, rostros, cuerpos desnudos y mensajes que han conquistado también, como una enredadera, los bloques de viviendas colindantes y han brotado en otras paredes del barrio sur de Filadelfia, donde Zagar ha levantado 220 murales.
Comenzó en los años 60, cuando según cuenta Smith a nadie del barrio le importaba mucho lo que hicieran sus vecinos y se podía hacer cualquier tipo de intervención artística como esta sin que nadie lo impidiera.
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En 1991, en la Calle South, esquina con Alder, Zagar se lanzó a construir lo que más tarde se conocería como el "Magic Garden".
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Empezó en su estudio y después siguió en un solar adyacente abandonado y cuando se dio cuenta de que los dueños del bloque no aparecían siguió levantando su obra hasta que en 2002 los propietarios le ofrecieron dos alternativas, o compraba el terreno o echaban abajo su obra.
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"Fue entonces cuando recurrió a la comunidad y a los periódicos y muy rápido la gente empezó a donar y él hipotecó su casa para salvarla", recuerda Smith, que cuenta que en 2004 pasó a convertirse en una asociación sin ánimo de lucro y en 2008 abrió al público, no solo como museo, sino también como galería de arte, centro de conciertos y lugar para celebrar eventos.
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En el Jardín Mágico es evidente, también, la influencia de Antonio Gaudí, una huella que Zagar no solo no oculta, sino que exterioriza en varios lugares de su intrincado laberinto, donde se puede leer el nombre del arquitecto español.
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Zagar, a quien Smith describe como un hombre tan complicado como inteligente que a veces se encierra en sí mismo y "no es capaz de comunicar lo que piensa", califica su propio trabajo como un "espejo de la mente".
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"Mi trabajo está marcado por eventos y es un espejo de la mente que se construye y se derrumba, que tiene una lógica pero que está cerca del caos, que rechaza mantenerse estático para la cámara y que transmite simultáneamente un sentimiento de paraíso y de infierno", escribe el artista sobre su trabajo, del que este pequeño y colorido jardín de Filadelfia es su máxima expresión.
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