
Angie Bonilla, madre de Lyan José Hortúa, el niño de 11 años secuestrado por disidencias en Jamundí y liberado tras 19 días de angustia nacional, es una figura que ha despertado múltiples comentarios, no solo por su papel en la tragedia que vivió su hijo, sino también por su vida pública bajo el seudónimo de Barbie Vanessa.
Detrás de la imagen de madre afligida que compartió en los días del secuestro, hay un historial llamativo de ostentación y vínculos que ahora están bajo la lupa.
Con más de 132 mil seguidores en Instagram, Angie Bonilla ha construido una imagen digital que mezcla moda, lujo y viajes internacionales. En su perfil, que restringió algunas publicaciones, la mujer se mostraba como una verdadera influencer.
Uno de los elementos que más llamó la atención fue un convertible rosado, el mismo color característico de la muñeca Barbie, al que combinaba con sudaderas y ropa del mismo tono. En muchas de sus publicaciones posaba luciendo una figura esbelta, maquillaje llamativo y un estilo que evocaba a la muñeca de Mattel.
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Su lema era claro: "Me llaman Barbie Vanessa, pero no porque me crea muñeca". Esta frase acompañaba decenas de publicaciones donde se veían cenas costosas, viajes por el mundo y una vida de lujos difíciles de explicar para una familia que, hasta ahora, no era conocida por tener un imperio económico.
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Durante los días más duros del secuestro, se dejó ver “destrozada” por la ausencia de su hijo. Pero hoy, cuando se empieza a destapar el trasfondo de su entorno, muchos se preguntan si esa imagen pública fue solo una fachada.
“Tiene sus uñitas muy comiditas… Mi niño volvió a nacer y yo volví a nacer con él”, con la sonrisa recuperada habló Angie Bonilla, la mamá del pequeño Lyan Hortúa, sobre el reencuentro con su hijo, tras los 18 días de secuestro. #VocesySonidos pic.twitter.com/5OgvjLMTKF
— BluRadio Colombia (@BluRadioCo) May 22, 2025
El historial oscuro del papá biológico de Lyan
Aunque el país se enfocó en la angustia por el secuestro de Lyan y su posterior liberación, ahora comienzan a surgir más detalles sobre las personas que lo rodean. Particularmente, se ha puesto atención en el papá biológico del niño, cuya identidad no ha sido ampliamente revelada, pero del que se conoce un pasado comprometedor.
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Fuentes cercanas al caso han señalado que el hombre tiene antecedentes penales relacionados con redes criminales. Aunque no se ha establecido una conexión directa entre su historial y el secuestro de Lyan, estas revelaciones han sembrado dudas en la opinión pública.
La historia de la familia no sería ajena a temas de dinero y mafias, como lo reveló la revista Semana, lo que ha levantado sospechas sobre las verdaderas motivaciones detrás del rapto.

La familia del niño ha insistido en que no hay vínculos con estructuras ilegales. Sin embargo, el contraste entre su vida de lujos y el entorno donde vivían —una casa quinta en zona rural de Jamundí— ha llamado poderosamente la atención de las autoridades y medios.
Mientras tanto, Lyan intenta recuperarse del trauma. Según contó su madre en una declaración reciente, el niño regresó muy nervioso, con signos de ansiedad y estrés visibles, como las uñas comidas. “Es tiempo de abrazar con amor”, afirmó.

¿Una fachada de lujos o una vida real?
Aunque hoy Angie Bonilla prefiere el bajo perfil, el rastro digital que dejó con el usuario de Barbie Vanessa la muestra como alguien que disfrutaba presumir sus lujos.
Y si bien la atención del país estuvo centrada en la liberación de Lyan, ahora se empieza a hablar también de la historia detrás de su familia, donde el brillo rosado del carro y los filtros de Instagram no logran ocultar las sombras que han salido a la luz.
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El caso aún no se cierra, y mientras las autoridades siguen investigando los detalles del secuestro, crecen los interrogantes sobre el entorno de Lyan, el rol de su mamá y el pasado oscuro de su padre.
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