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Fumar en público, un símbolo de libertad para las mujeres en Arabia Saudita

Aunque no está prohibido por la ley, sí está mal visto.

20969_Mujeres en Arabia Saudita / Foto: AFP
Fumar en público, un símbolo de libertad para las mujeres en Arabia Saudita
Mujeres en Arabia Saudita / Foto: AFP

Rima se instala en un café de Riad, mira a su alrededor para comprobar que no hay nadie conocido, saca su cigarrillo electrónico y comienza a fumar, un derecho conseguido hace poco y un paso más en el largo camino hacia la emancipación de las mujeres en Arabia Saudita.

 

"Fumar en público es una libertad recientemente adquirida. Me siento libre y feliz de poder hacerlo", confiesa a la AFP la mujer de 27 años, que se expresa bajo un seudónimo.

 

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Como las feministas occidentales de los años 1920, esta saudita considera fumar como una herramienta de emancipación.

 

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También es una manera de probar los límites de las libertades dadas a las mujeres, bajo el impulso del príncipe heredero Mohamed bin Salmán, en este país ultraconservador.

 

Las mujeres pueden ahora conducir, obtener un pasaporte sin el aval de un tutor masculino o acceder a los estadios deportivos y espectáculos de entretenimiento junto a los hombres.

 

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Pero en cambio siguen estando sumisas a restricciones y no pueden acceder, por ejemplo, a numerosos empleos.

 

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Fumar, aunque no está prohibido por la ley, está mal visto en el reino ultraconservador.

 

Rima, que comenzó "la experiencia" en secreto hace dos años, todavía no osa fumar delante de su familia, pero está preparada para afrontarla.

 

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"No les diré que es mi derecho pues no entenderán que fumar es un derecho tanto para las mujeres como para los hombres", dice la joven vestida con una abaya negra, bordada con hilos dorados, y un velo beis sobre su cabello.

 

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En este mismo café, Najla -también un seudónimo- se queja de este doble rasero por el que la fumadora es considerada como "una vergüenza para su familia".

 

La mujer, de 26 años, enciende un cigarrillo afirmando su voluntad de "desafiar a la sociedad" y a las miradas de "desprecio" de las que a veces es objeto.

 

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"Fumo desde el colegio", cuenta Najla, en medio de las mesas ocupadas por hombres fumadores.

 

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Pero temiendo que sus allegados la reconozcan, se deja puestas sus grandes gafas de sol.

 

"Mi derecho será totalmente respetado cuando mi familia me acepte como fumadora", dice, y habla del caso de una amiga cuya familia la envió a una clínica de desintoxicación.

 

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