“Gritaba como una loca, estaba sintiendo cómo se derretía mi ropa, se me caía la piel, perdía la vista. Mi familia me trasladó a la Clínica Reina Sofía, ahí no estaban preparados para atender este tipo de heridas, me metieron a una ducha, estuve esperando mucho tiempo mientras me trasladaban al Hospital Simón Bolívar. El ácido se me metió en la piel, ahora creo que pudieron salvar gran parte de mi cuerpo”. Luego de que el pasado 12 de agosto un juez penal del circuito con funciones de conocimiento determinara que Jonathan Vega no es inimputable y lo declarara penalmente responsable por atacar con ácido a Natalia Ponce de León, este jueves se dictó sentencia condenatoria en su contra de 21 años de reclusión en centro carcelario. En la audiencia, en el complejo judicial de Paloquemao, se conoció la sentencia a Vega por el delito de homicidio agravado en modalidad tentativa, cerrando así la última etapa de un largo proceso que inició el 27 de marzo de 2014, frente a la vivienda de Natalia Ponce, en el sector de Cedritos, norte de Bogotá. La misma Ponce de León narró en el pasado cómo transcurrió el día que cambió su vida, detallando que primero recibió una llamada desde la portería del edificio donde vive su madre en que le avisaron que su exnovio Bernardo Londoño la buscaba. "Casi lo hago pasar, pero decidí bajar la basura y luego pasar a la portería. Ahí me encontré con una persona de espaldas y una capucha, le pregunté quién era y me dijo que mi exnovio Bernardo estaba parqueando su carro, luego se volteó y me arrojó un líquido dos veces. Aunque nunca se dejó ver, por su voz lo pude identificar, era claro que se trataba de Jonathan Vega”, detalló la víctima sobre el flagelo que sufrió. Según las autoridades, ese día Jonathan Vega cumplió con un plan ordenado a través del tiempo, tras comprar tres meses antes el ácido con que la atacó. El autor del crimen contempló incluso la compra de un arma de fuego para asesinarla, en palabras del médico psiquiatra Luis Alberto Ramírez, quien evaluó al agresor. En recientes declaraciones ante el juzgado 37 de conocimiento, el experto declaró también que Jonathan Vega estaba drogado y en varias entrevistas él mismo le dijo que contempló asesinar a la mujer. “Él pensó en comprar una pistola y matarla (a Natalia Ponce), pero no fue capaz de comprar el arma. Nos aclara en entrevista del 13 de junio que él compró el ácido para realizar cuadros y después lo usó contra Natalia, químico que fue comprado en diciembre”, manifestó el psiquiatra. Tras el ataque, que tuvo gran repercusión en medios de comunicación, el presidente Juan Manuel Santos anunció una recompensa de hasta 75 millones de pesos a quien facilitara información para dar con el paradero de Vega. La captura del hombre se produjo el 4 de abril del mismo año, según anunció en su momento el Ministerio de Defensa en su cuenta de Twitter. De inmediato Natalia Ponce se convertía en un símbolo de lucha contra la violencia de género, pues mientras varias personas manifestaron su apoyo en el parque El Virrey tras conocerse la aprehensión de Vega, ella salía de la tercera de varias intervenciones quirúrgicas; las quemaduras de la sustancia le provocaron quemaduras en el 24 por ciento de su cuerpo. Natalia pasó de ser víctima a liderar toda una cruzada que buscaba penas más duras para los agresores, recurriendo a los medios de comunicación y el apoyo de personas como ella, víctimas de un flagelo innombrable. La iniciativa tuvo gran acogida y en enero de 2016 Natalia Ponce asistió a la Casa de Nariño a la promulgación de la ley que hoy lleva su nombre, y que protege a quienes sean víctimas de ataques con ácido, agentes químicos o sustancias similares. La promulgación de la ley contó con la participación de varias personalidades, del presidente Juan Manuel Santos, además de la propia Natalia, quien aquel día mostró su rostro por primera vez luego de vivir un segundo infierno en los quirófanos. Con un emotivo discurso que hoy cobra aún más fuerza, Natalia Ponce aseguró que en el renacimiento de su vida quiso dedicar su tiempo a “hacer realidad algo que necesitamos urgente en Colombia: una unidad de atención para quemados acorde a las necesidades de nuestro país”, una tierra ya acostumbrada al dolor del prójimo, indolente a una modalidad de ataque que con el tiempo se ha convertido en paisaje rutinario y que invisibiliza la violencia de género a diario.