Los expertos tomaron como muestra de estudio el cerebro de 80 personas, de edades comprendidas entre 18 y 65 años.
La prueba consistía en que los voluntarios debían mentir para obtener algún beneficio personal.
Se descubrió que la amígdala, una parte del cerebro asociada a las emociones, presentaba un alto nivel de actividad cuando las personas no eran sinceras.
Por consiguiente, la reacción de la amígdala disminuía a medida que se repetía la falacia y aumentaba su "magnitud". Al tiempo que se pudo conocer que una "pronunciada caída en su actividad" predecía que la persona iba a "contar en el futuro una gran mentira".
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"Cuando mentimos para lograr un beneficio personal, nuestra amígdala genera sentimientos negativos que limita hasta qué punto estamos dispuestos a mentir", indicó Tali Sharot, del departamento de Psicología Experimental de UCL.
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