Bajo la apariencia de salones de belleza o karaokes donde las mujeres que ejercen la prostitución se enfrentan a la desprotección del sistema y la represión policial.
"Es muy difícil cambiar de trabajo", asegura Hong Jie, nombre ficticio de una mujer divorciada de 33 años que desde hace nueve años ejerce la prostitución en Pekín para sacar adelante a sus dos hijos y a sus padres jubilados.
Cuando Hong empezó en el sector, "vivía con otras catorce chicas en un sótano". Después, abrió una peluquería a las afueras de la capital, aunque los servicios que ofrecía no tenían nada que ver con cortes de pelo. Allí, sus "hermanas" -como ella las llama- ejercían la prostitución clandestinamente.
"Les doy preservativos, pero tenemos que esconderlos bien para que la Policía no los encuentre. Aunque hay clientes que quieren pagar más para tener sexo sin protección, yo les recomiendo siempre los utilicen", explica.
Publicidad
Actualmente, la Policía china considera que la posesión de condones es una prueba determinante para arrestarlas y acusarlas de prostitución, lo que ha provocado que muchas opten por no utilizarlos, aumentando así los riesgos de infección del VIH.
Hong estudia ahora en una academia de estética, aunque no se plantea cambiar de trabajo. Quiere sacarse el título porque el año pasado la Policía cerró su local pues era "muy obvio" que no era una peluquería.
Publicidad
"Ahora abriré un salón de belleza más grande, con más servicios, para que pase más desapercibido" , explica.
La prostitución es ilegal en China, pero se calcula que cerca de 10 millones de mujeres trabajan en el sector, donde el número de clientes -que pagan entre 60 y 2.500 yuanes (8 y 330 euros) por servicio- ha aumentado en los últimos años.
Aunque la prostitución persiste como un tema tabú en China, se reparten tarjetas "de visita" de chicas por las calles de Pekín o en las mesitas de noche de los hoteles,y se manda publicidad erótica por mensajes de texto. Incluso los policías suelen frecuentar este tipo de locales.
"Me detuvieron en tres ocasiones, pero tengo buena relación con la Policía -cuenta Hong-. Algunos son clientes".
Gracias a estos contactos, se libró de las multas, que van desde los 500 yuanes (66 euros) o cinco días de detención hasta los 5.000 yuanes (660 euros) y 15 días bajo custodia.
Publicidad
Bajo el "sistema de custodia y educación" , las autoridades chinas también pueden enviar, sin orden policial, a las detenidas a centros para ser "reeducadas a través del trabajo".
La estigmatización y la violencia policial que sufren estas mujeres ha sido objeto de investigación de la escritora china Zhang Lijia para escribir "Lotus", su novela sobre la prostitución en el país asiático.
Publicidad
"Los hombres se suelen jactar de sus experiencias frecuentando prostíbulos. Cuando los pillan, pueden escabullirse fácilmente pagando una pequeña multa e incluso ni eso. Es mucho más difícil para ellas", critica en una entrevista.
Tras su investigación, comprobó que la mayoría de ellas deciden entran en el mundo de la prostitución al no encontrar alternativa ante situaciones de pobreza, pérdida de trabajo o violencia machista.
"Si existieran centros de acogida o algo similar para ellas (mujeres víctimas de maltrato), no llegarían a comerciar con su cuerpo" , asegura Zhang.
Frente a la desprotección del sistema, Hong forma parte de "Luciérnagas", un grupo de cinco voluntarias que promueve un proyecto de prevención de enfermedades de transmisión sexual (ETS) y el VIH en el Centro de Control de Enfermedades Xicheng, en el oeste de Pekín.
Publicidad
Pero no resulta fácil. Según cuenta, las chicas son muy reacias a acudir al centro para someterse a una prueba de ETS porque tienen que identificarse con sus nombres reales.
"Por eso solemos ir nosotras directamente a los salones o karaokes para ofrecerles estas pruebas (...) Hay muy pocos casos de VIH, pero sí son muy comunes los de sífilis. Si dan positivo, les acompañamos al médico", explica Hong.
Publicidad
Aunque lejos quedan los tiempos en los que para los hombres tener una concubina era símbolo de poder en la antigua China, ahora "la industria del sexo se ha entrelazado con la corrupción y es una forma de engrasar la rueda de los negocios" , anota la escritora Zhang.
En la segunda potencia económica del mundo, "los negocios se hacen en la mesa, durante las comidas. Los empresarios a menudo contratan a chicas para sus banquetes" , explica Zhang, que añade: "Se suele decir que cuando los estómagos están llenos y se tiene ropa para vestir, entonces se empieza a pensar en el sexo".
Publicidad
Publicidad