Una elegante residencia en el exclusivo barrio Los Ángeles, al norte de Valledupar, se ha convertido en el epicentro de un conflicto que trasciende lo sentimental y lo legal. Fue en esa misma casa donde el 22 de diciembre de 2013, tras regresar de un concierto en Barranquilla , el cantante Diomedes Díaz encontró la muerte. Se encerró en su habitación para dormir… pero nunca volvió a despertar.
Este inmueble fue, en su momento, un regalo del artista a Betsy Liliana González, su entonces pareja. Sin embargo, tras la separación, fue Consuelo Martínez —la mujer con la que compartió sus últimos años y con quien tuvo tres hijos— quien se trasladó a vivir allí junto a él.
Fue precisamente Consuelo quien, al notar que Diomedes no respondía después de más de diez horas de sueño, forzó la puerta de la habitación con uno de sus hijos y lo halló sin vida, sangrando por la nariz y la boca.
Según determinó Medicina Legal, el artista murió a causa de un infarto fulminante. En su cuerpo se encontraron rastros de cocaína , una adicción que marcó los años finales de su carrera y debilitó visiblemente su salud y desempeño artístico.
Pese a sus recaídas y excesos, su público siempre le fue leal, incluso hasta el lanzamiento de su último álbum, La vida del artista, apenas tres días antes de su fallecimiento.
La casa, cuya adquisición data de 1996 por un valor de 60 millones de pesos —una cifra notable en ese entonces—, está situada a pocas cuadras de la casa de su madre, Elvira Maestre, conocida cariñosamente como ‘Mamá Vila’. Esta cercanía con su familia materna y su decisión de vivir allí hasta el final, refuerzan el valor emocional de la propiedad.
Tras la muerte del Cacique de La Junta, la disputa por la casa no tardó en surgir. Aunque la propiedad está a nombre de Betsy Liliana, fue Consuelo Martínez quien la habitó posteriormente, lo que encendió una batalla legal que persiste hasta hoy y en la que incluso se han involucrado hermanos del cantante.
La historia fue revivida recientemente por el medio Las 2 Orillas, que compartió imágenes inéditas y detalles del conflicto por esta residencia , así como un video en el que Diomedes, en un momento de ternura antes de morir, le decía a Consuelo entre bromas: “Dame a Tiburcio, mami, dame a Tiburcio”.
También aprovechó para declarar su amor por sus hijo s Carmen Consuelo, Freddy José y Katiuska, comparándolos con los colores del arcoíris.
La leyenda de Diomedes Díaz no solo perdura en sus canciones como Oye Bonita o La Plata, sino también en los espacios que habitó y en las heridas no cerradas de quienes compartieron su vida íntima. A más de una década de su partida, su figura sigue dividiendo, conmoviendo y generando controversia.
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