La creencia popular sostiene que el orden de nacimiento influye en la inteligencia y que los primogénitos suelen ser los más aventajados en términos de capacidad intelectual.
Sin embargo, un estudio realizado por dos psicólogos de la Universidad de Illinois en 2014 desmonta esta teoría, sugiriendo que la relación entre el lugar en el orden de nacimiento y el coeficiente intelectual (CI) es, en realidad, insignificante.
Los investigadores analizaron el comportamiento y las respuestas de 377,000 estudiantes para estudiar cómo variaba el CI según el lugar de nacimiento entre hermanos.
Si bien encontraron una ligera diferencia en el CI de los primogénitos en comparación con sus hermanos menores, la brecha es “tan pequeña que no tiene relevancia”, ni en el ámbito científico ni en la vida cotidiana.
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Esta conclusión es una llamada de atención sobre los mitos que rodean el desarrollo de la inteligencia y el rol que pueden jugar las expectativas y creencias de los padres.
Además, los expertos señalan que las interpretaciones incorrectas de estudios anteriores pueden haber distorsionado la percepción de la relación entre el orden de nacimiento y la inteligencia.
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De acuerdo con el estudio, las expectativas familiares pueden influir en el comportamiento y desarrollo de los niños, pero el lugar en el que nacen no determina sus capacidades intelectuales ni su personalidad de manera significativa.
La conclusión es clara: el orden de nacimiento no debería ser un factor determinante en la crianza.
Los investigadores de Illinois subrayan que el enfoque educativo y emocional debería centrarse en el desarrollo único de cada niño, independientemente de su lugar en la familia, ya que no hay evidencia significativa de que afecte su inteligencia o personalidad.
Este estudio aporta una perspectiva científica que, aunque sutil, invita a reconsiderar las creencias tradicionales y a ver a cada hijo como un individuo con su propio potencial y características únicas.
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