Que la realidad no siempre es lo que parece y que es fácil engañar a nuestros sentidos son los argumentos de una muestra que, a través de cientos de ilusiones ópticas y juegos sensoriales, pone a prueba la vista, el oído y hasta el equilibrio de los visitantes del Museo de Arte Moderno de Viena (Mumok).
"Vértigo, Arte Óptico y una historia del engaño (1520-1970)", es el nombre de la exposición interactiva que el Mumok muestra hasta el 26 de octubre, cuando se trasladará al Museo de Arte Moderno de Stuttgart.
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Aunque se muestran ejemplos de pintores que ya en el siglo XVI comenzaron a desafiar los cánones clásicos, como el manierista Parmigianino, el grueso de la muestra se centra en el arte óptico que surge a partir de la década de mediados del siglo XX.
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Al espectador se le reclama una participación activa, para moverse alrededor, por encima y dentro de las obras, para lograr que se abran ante él, algo que requiere algo más que el sentido de la vista.
"Las obras son tan fuertes que tienen implicaciones físicas: no solo afectan al ojo sino que todo tu cuerpo se ve comprometido por ellas" explica Efe la comisaria de la exposición, Eva Badura.
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"No me gustaría tener una obra de este tipo en mi casa, te impacta tanto que no querrías estar expuesta a ella todo el tiempo" añade.
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Un buen ejemplo es "Dinamica Circulare", de Marina Apollonio, una espiral de grandes dimensiones pintada en el suelo, sobre la que los visitantes pueden situarse y, al girar sobre su propio eje, experimentar rápidamente una sensación de vértigo.
Pese a la naturaleza lúdica de la exhibición, que provoca que muchas familias con niños se acerquen al museo a disfrutar de ella, Badura invita también a reflexionar sobre la percepción de la realidad.
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"El Arte Óptico es muy divertido, pero también es un movimiento filosófico muy profundo" dice la comisaria.
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Esa relatividad de la realidad y la facilidad con que nuestros sentidos son engañados se muestra a través de varias obras que van cambiando por completo según se contemplasen desde un ángulo u otro.
Tanto, que dos personas situadas a unos pocos pasos de distancia a ambos lados de un mismo cuadro, pueden estar viendo una realidad completamente distinta.
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Badura pretende que, una vez hayan visto todas las obras, los visitantes se cuestionen cómo funcionan los sentidos y si estos les engañan.
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Para lograr este objetivo, cada una de las obras de arte se presenta de forma individual en una pared distinta para que el espectador centré toda su atención, sin distracciones.
Esto sucede en la primera planta, donde se encuentran todos los cuadros y pinturas, mientras que en el segundo piso la exhibición da paso a multitud de espacios sensoriales y juegos de luces en los que el espectador puede incluso sufrir malestar físico, tal y como advierte el propio museo.
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Los juegos de luces son simples pero efectivos, puesto que en algunos casos tan solo son necesarios tres focos y unos cristales en el centro de una sala totalmente oscura para que el contraste cause en el espectador una sensación de intranquilidad.
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Vértigo, el título de la exposición, es un homenaje a la famosa película de Alfred Hitchcock del mismo nombre y que, al igual que la exhibición, generaba malestar físico y engaños sensoriales en los espectadores.
Según explica Badura, el arte óptico estuvo muy desprestigiado desde sus inicios en la década de 1960, puesto que se consideró "poco serio y con un carácter juguetón", pese a su vocación de futuro.
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"Las obras de muchos artistas se están redescubriendo ahora y cada vez hay más y más exposiciones de arte óptico" concluye.
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