Luiz Lustosa quita la tapa de una caja de madera y la reacción es casi inmediata. Desde dentro de pequeños cráteres de cera brotan miles de abejas mandaguari y vuelan formando una nube que lo envuelve.
"¡Qué maravilla!" , dice este empleado público de 66 años que en su tiempo libre se dedica a reproducir abejas nativas, una actividad que cada vez gana más interés en Brasil por su potencial en la alta gastronomía y un uso muy incipiente en la industria cosmética y el desarrollo de medicamentos.
Lustosa viste apenas una camiseta blanca manga larga, jeans y un sombrero con una red que cubre su rostro. La poca protección frente al enjambre no es un descuido: las abejas nativas, sin aguijón, conviven armónicamente con el hombre y tienen un enorme potencial en la preservación ambiental.
Lustosa, presidente del Instituto Abelha Nativa en Brasilia se entusiasmó por trabajar en la reproducción de seis especies cuando percibió junto a otros investigadores que estaban en extinción: "pero no eran sólo las abejas , sino la naturaleza" en retroceso.
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"Explicamos a niños que las abejas no pican, son necesarias para el ambiente y la naturaleza y están para ayudarnos" , dice Lustosa en el instituto, donde dicta talleres de cría y reproducción y además vende panales y miel de abejas nativas.
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Las abejas nativas están popularizándose más allá de los territorios indígenas y zonas apartadas, donde han aprovechado históricamente sus beneficios.
Aunque el interés creció durante la pandemia, con más adeptos a la cría en casa como hobby o para contribuir en la preservación, las abejas nativas son un tesoro poco conocido en Brasil.
"Las abejas posibilitan negocios con impacto positivo en la sociedad , el medioambiente y la agricultura", resume Cristiano Menezes, experto en meliponicultura de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria.
Jataí, uruçu, mandaçaia, mandaguari... de las 550 especies sin aguijón identificadas en países tropicales y subtropicales, unas 250 han sido encontradas en Brasil, dice Menezes. En las chacras, muchos apuestan por panales de abejas nativas para polinizar y mejorar la productividad en cultivos de frutos rojos, peras o aguacates, entre otros.
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Pero también se ha comenzado a explorar el uso de su miel -considerada más saludable por su menor cantidad de azúcar y menor índice glicémico- en cosmética o gastronomía.
La miel de estas abejas, con sabor y acidez diferente según la especie, es más codiciada que la de abejas con aguijón, que producen hasta 30 veces más. Mientras el kilo de miel de éstas es comercializado a 6 dólares, el de abeja nativa llega a 55 dólares. Los meliponicultores obtienen unos 120 dólares por la venta de cada colmena.
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