Benedicto XVI, fallecido hoy a los 95 años, fue el primer pontífice de la historia en afrontar abiertamente la cuestión de los abusos sexuales en la Iglesia, aunque la lacra acabó salpicándole y obligándole a pedir "perdón" en el ocaso de su vida.
"Una vez más solo puedo expresar a todas las víctimas de abusos sexuales mi profunda vergüenza, mi gran dolor y mi sincera petición de perdón", se desahogaba Ratzinger en una carta a principios del 2022 a sus 94 años, desde el monasterio vaticano en el que vivía confinado desde su histórica renuncia en 2013.
El papa emérito respondía así a la publicación de un informe que le acusaba de haber estado al corriente de cuatro casos de curas pederastas en sus tiempos como arzobispo de Múnich (1977-1982) y que estos, como muchos otros, solo fueron trasladados a otras diócesis.
Incluso algunos días antes, el presidente de la Conferencia Episcopal alemana, Georg Bätzing, le animaba a pedir perdón y a aceptar su responsabilidad en el encubrimiento de los casos.
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No obstante, Benedicto XVI negó la acusación y recordó además sus encuentros con víctimas de abusos durante sus numerosos viajes por el mundo. "Roguemos públicamente al Dios vivo que perdone nuestras culpas, nuestras grandes y grandísimas culpas", imploraba entonces.
Ratzinger, que había consagrado su vida a la custodia de la fe y de la tradición, puso las bases de la respuesta de la Iglesia a los escándalos de pederastia, afrontados ya sin medias tintas y con reformas de calado por su sucesor, Francisco.
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Mientras desde el exterior resonaban las acusaciones de indulgencia e inacción con los pederastas durante años y siglos en los que la Iglesia fue un poder incuestionable e infalible, porque Roma aún no estaba haciendo todo lo posible para atajar esta lacra.
En sus últimos días entre los muros del monasterio vaticano Mater Ecclesiae, tuvo que romper el silencio que juró a su sucesor.
En un documento publicado por sorpresa en abril de 2019 en una revista del clero alemán titulado "La Iglesia y los abusos sexuales", Ratzinger vinculaba este problema a un supuesto colapso moral de las sociedades, sobre todo a partir de la década de 1960.
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