Muchas son las personas que les tienen asco a las cucarachas, otras les tienen pánico y no las pueden ver 'ni en pintura', sin embargo estos insectos tienen un importante papel en los ecosistemas, al ser importantes descomponedores.
Pertenecen a la gran familia de los insectos Blatidos entre los que existen 4.600 especies distribuidas en siete familias, son seres invertebrados de hábitos nocturnos que prefieren moverse cuando hay poca iluminación, a pesar de que no ven prácticamente nada, pero gracias a sus antenas son capaces de guiarse y detectar cualquier vibración o cambio térmico que se produzca en su entorno.
Esto les permite adaptarse con enorme facilidad a ambientes hostiles, lo cual ha permitido que puedan sobrevivir en nuestro planeta desde unos 350 millones de años.
Las personas suelen combatir estos animales, denominados como plaga a través de insecticidas que actúan dañando su sistema nervioso, provocando que las patas se contraigan, esto hace que pierdan el equilibrio y que, por efecto de su peso corporal, se queden boca arriba en el momento de la muerte. Sin embargo, si a una cucaracha la volteáramos -sin dañarle su sistema nervioso- sería capaz de recuperar la postura normal y huir hasta un rincón seguro en muy pocos segundos.
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Transmisoras de enfermedades
Otra de sus muchas personalidades es la variación de su color. Cuando nacen tienen una coloración blanquecina, la cual se pierde a lo largo de las siguientes ocho horas siguientes, en las que van adquiriendo la tonalidad café característica. La naturaleza las ha dotado, además, de una resistencia sobrenatural y es que su exoesqueleto de quitina les permite aguantar hasta novecientas veces su propio peso corporal.
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A diferencia de las enfermedades que transmiten los mosquitos y garrapatas por contacto directo con la piel (picadura) las cucarachas únicamente las causan de forma indirecta, ya que pueden portar decenas de bacterias. De esta forma, pueden propiciar la aparición de brotes de salmonelosis, fiebre tifoidea o cólera.
Pueden vivir sin cabeza
El cerebro de las cucarachas se encuentra dividido en tres partes: un cerebro (protocerebro) que conecta con los ojos y las estructuras fotorreceptoras; un segundo cerebro (deuterocerebro) que enlaza con las antenas sensoriales y motoras, y el tercero (tritiocerebro), acoplado con un ganglio y que tiene una función gustativa y olfativa.
El cerebro de estos animales dirige sus actividades pero, además, cada uno de los segmentos en los que está dividido su cuerpo cuenta con ganglios, los cuales en ausencia de la cabeza pueden continuar realizando su labor. Si a esto añadimos que el cerebro de estos animales no controla la respiración –las cucarachas no tienen pulmones y respiran a través de tráqueas o espirales que se encuentran repartidas por cada uno de los segmentos- explica que puedan vivir sin cabeza incluso durante varias semanas.
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