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Monja reta al Vaticano tras ser expulsada por su apariencia: "Demasiado linda para la fe"

Exabadesa brasileña de 41 años, denuncia haber sido destituida del monasterio italiano donde ejercía su vocación, acusando prejuicios sexistas y discriminación por su físico.

Aline Pereira Ghammachi, monja, cuestiona al poder eclesial por su belleza
Aline Pereira Ghammachi, monja, cuestiona al poder eclesial por su belleza
Foto: Redes sociales

Aline Pereira Ghammachi no es una religiosa común. Brasilera, con una sólida formación en administración de empresas, y con una destacada vocación de servicio, fue durante años la abadesa del monasterio cisterciense de clausura de los Santos Gervasio y Protasio, ubicado en San Giacomo di Veglia, en la región italiana del Véneto.

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Sin embargo, su apariencia física se transformó, según sus propias palabras, en un obstáculo insalvable para su permanencia en la vida monástica.

"Me dijeron que no encajaba con la imagen de una monja. Que era demasiado atractiva para representar a la Iglesia", aseguró Pereira en entrevistas brindadas a medios italianos y brasileños.

Su denuncia, que apunta a prejuicios sexistas, ha escalado hasta las más altas esferas del Vaticano, donde hoy espera una revisión de su caso por parte del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica.

Su destitución no fue anunciada oficialmente ni le permitió ejercer su derecho a defensa, según su versión. En su lugar fue nombrada una nueva superiora de 81 años, supuestamente bajo instrucciones dejadas por el difunto papa Francisco I.

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La decisión se dio justo en el contexto de su fallecimiento, lo que añade aún más tensión e incertidumbre al proceso.

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Pereira, originaria de Macapá, dedicó gran parte de su vida adulta a la Iglesia. Durante su gestión como abadesa impulsó iniciativas de fuerte impacto social: asistencia a mujeres víctimas de violencia, la creación de huertos terapéuticos para personas con autismo y programas de autosostenibilidad interna dentro del convento.

A pesar de estos logros, su liderazgo fue puesto en entredicho tras la llegada al Vaticano de una carta anónima, que la acusaba de manipular a otras monjas y ocultar información financiera.

Una auditoría posterior no encontró irregularidades. No obstante, en 2024 el caso fue reabierto, desencadenando su salida. Para la exabadesa, la verdadera causa no reside en las acusaciones administrativas, sino en una discriminación basada en su apariencia y origen.

“Me duele el corazón solo de pensar que todo esto pueda ser interrumpido por calumnias infundadas. La esperanza nunca debe faltar. Nos lo dijo muchas veces también el Papa Francisco”, reflexionó en una de sus declaraciones.

El impacto no se limitó a su persona. Tras su remoción, once religiosas más abandonaron voluntariamente el monasterio, denunciando un clima de presión e intimidación.

Esta desbandada colectiva recuerda una situación anterior en el mismo convento, donde otro grupo de monjas huyó y se refugió en un lugar secreto, también en medio de tensiones internas.

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La Alianza Intermonástica, en un comunicado emitido el 3 de mayo, aseguró que el proceso fue llevado "conforme al derecho eclesiástico, el único autorizado para regular la vida monástica".

Añadieron que Pereira tenía derecho a apelar al Dicasterio, aunque ahora ella afirma que podría iniciar una demanda civil, sin que aún se conozcan los detalles de esta acción.

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Mientras tanto, el nombre de Aline Pereira Ghammachi sigue generando titulares en todo el mundo, convirtiéndose en símbolo de una discusión más profunda: ¿hasta qué punto la apariencia física puede condicionar la vida religiosa en el siglo XXI?

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