Con motivo del estreno de una nueva película sobre la tragedia del vuelo que se estrelló en los Andes en 1972. Eduardo Strauch, uno de los sobrevivientes, habló en Madrid sobre las lecciones aprendidas y el auge mediático en torno al canibalismo que tuvo lugar entonces. "Jamás sentí ningún remordimiento", confiesa a EFE Strauch.
"Llegar a esa conclusión sobre lo que debíamos hacer fue difícil, debido a todos los tabúes que existen, pero lo logré; jamás sentí ningún remordimiento, en absoluto", señala. Strauch (Montevideo, 1947) cree que no hizo daño a nadie, a pesar de que le costó darse cuenta de que la única forma de sobrevivir era alimentarse de compañeros fallecidos.
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"Lo malo fue todo lo mediático que se hizo después, aunque creo que también ayudó a difundir la historia. Una historia que ha hecho mucho bien a muchas personas en todo el mundo durante cincuenta años", asevera.
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Fue uno de los dieciséis jugadores de rugby sobrevivientes del conocido vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, que se estrelló en medio de la cordillera de los Andes, uno de los lugares más hostiles e inaccesibles del planeta.
Además de la famosa película estadounidense "¡Viven!" ("Alive!", 1993) y numerosos libros y documentales, el director español Juan Antonio Bayona acaba de clausurar el Festival de Venecia (Italia) con una nueva cinta sobre la historia, "La sociedad de la nieve".
La tragedia ocurrió cuando un avión de la fuerza aérea uruguaya viajaba el 13 de octubre de 1972 A Santiago de Chile. Iban a jugar un partido contra el Old Boys en esa ciudad. Pero cuando el avión FH-227D, con 45 pasajeros, atravesaba la Cordillera de los Andes, se estrelló y causó la muerte instantánea de 12 personas.
Otros 17 murieron en los siguientes días, debido a las heridas, a la falta de alimentos y a las duras condiciones a las que se enfrentaron.
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LECCIONES DE LA TRAGEDIA
El uruguayo explica cómo, cincuenta años después, aprendió muchas cosas que incorporó a su forma de vida y que todavía mantiene en la actualidad, como la importancia de dar amor y aprovechar cada minuto.
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"Aprendimos todos en esa experiencia en la que vivimos rodeados de muerte y muertos. Siento que hoy en día tenemos tantos estímulos que nos marean, distraen y nos hacen perder el rumbo", advierte este arquitecto.
Además, logró ver lo positivo de todo lo que pasó, a pesar de que nunca pensaron que tanto horror y sufrimiento los llevarían a ver cosas tan buenas como las que han sucedido a lo largo de estas décadas.
"Nuestra historia ha ayudado a muchas personas a ser más felices. Tenemos muchos casos de personas que estaban profundamente deprimidas y pensando en el suicidio, pero que se encontraron con la historia de los Andes y les cambió la vida", sostiene.
Desde su perspectiva, el problema es que mucha gente que ha tenido "experiencias de vida" como la suya tratan de bloquear el dolor y olvidarse de las cosas, cuando la clave es no olvidar lo que sucedió para vivir con más serenidad.
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"Hay cosas que se te van quedando en las neuronas con el tiempo como, por ejemplo, que comíamos como postre la pasta de dientes disfrutándolo a cada bocado. Eso me viene a la mente hoy en día y recuerdo lo importante que es vivir con poca carga", cita como ejemplo.
"A veces no nos conectamos con lo verdadero. Ese es uno de los motivos por los que voy a la cordillera, he ido ya veinte veces al lugar donde ocurrió todo", concluye Strauch.
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De los 45 ocupantes del avión, entre tripulación y pasajeros, solo sobrevivieron esos 16 al ser rescatados después de 72 días.