¿Es la selfi un bien económico? Más allá de ser un mero fenómeno narcisista, las autofotos realizadas con el teléfono, más o menos perfeccionistas, influyen en las formas de consumo y en la evolución de la tecnología.
Cuando se implantaron las cámaras frontales en los teléfonos celulares, en 2003, la idea no era inmortalizar la última cena en un restaurante de moda ni una visita al Louvre con la Mona Lisa al fondo, sino que estaban destinadas al mundo de la empresa.
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El objetivo de las cámaras frontales era facilitar las videoconferencias y las videollamadas, no las fotos de las vacaciones. Uno de los primeros dispositivos que incluyó este revolucionario dispositivo, el Sony Ericsson Z1010, estipulaba explícitamente que estaba destinado a las videollamadas.
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La selfie se convirtió en el símbolo de un nuevo modelo de consumo, la "economía de la experiencia", sobre la que teorizaron dos consultores estadounidenses, Joseph Pine y James Gilmore, en un famoso artículo de 1998 aparecido en la Harvard Business Review.
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En él, los autores explicaban que los consumidores preferían cada vez más invertir en "experiencias" más o menos fugaces, como buenas comidas o viajes exóticos, más que en bienes materiales. Y mejor aún si el momento puede inmortalizarse simplemente estirando el brazo -o el palo de selfi- y compartirse con unos pocos clics.
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En 2017, el gabinete McKinsey calculó que entre 2014 y 2017 los gastos personales de consumo (PCE) relativos a "experiencias" aumentaron un 5,3% en Estados Unidos, cuando los gastos globales subieron un 4,1%. Los gastos en bienes, por su parte, solo crecieron un 2,5%. La tendencia es aún más marcada en Europa occidental entre 2015 y 2017, con una progresión del 5% del gasto vinculado con las "experiencias" frente a un 2,3% para los bienes.
Probablemente ya se haya topado en las redes sociales con esa nadadora o ese nadador que chapotea en una espléndida piscina desbordante con unas montañas nevadas de fondo entre las que se pone el sol. "El hotel Villa Honegg, en Suiza, se volvió ultraconocido en redes sociales por las selfis en su piscina", explica a la AFP Johanne Saget, jefa de The One Consulting, un gabinete de consejo y formación sobre lujo.
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Y eso a pesar de que el establecimiento no ofrece unas prestaciones que difieran mucho de las de sus competidores del mismo nivel.
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Ya hay quien se adapta a estas nuevas exigencias. En 2014, el lujoso hotel parisino Mandarin Oriental lanzó un tour de París de los mejores lugares para hacerse una selfi, por unos 995 euros. Aunque "esta oferta ya no está disponible", las opiniones fueron "buenas", explica el establecimiento. El hotel Grande Bretagne de Atenas identificó en su terraza un "punto selfi" desde el cual se ve una vista impresionante de la Acrópolis. Y el Desert Springs Resort de California, de la cadena Marriott, presta palos de selfi.
Los objetivos también transformaron el sector de la fotografía. Las desazones de Kodak ilustraron el traslado del centro de gravedad a Asia, donde se ensamblan actualmente la mayoría de los teléfonos. El gigante chino Huawei también se posicionó como referencia mundial de fotos entre los celulares, especialmente gracias a su asociación con la alemana Leica. Recientemente, Xiaomi innovó proponiendo un objetivo para selfis disimulado bajo la pantalla.
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"La evolución de los objetivos fue de la mano con el uso de las redes sociales, que dan la oportunidad de registrarlo todo y de contar la vida en directo", señala Roberta Cozza, analista del sector para el gabinete Gartner. El desafío actual es poder fotografiar incluso con una baja exposición.
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Aunque las cámaras siguen siendo un elemento clave para elegir celular, ya no es tan relevante como antes. "La tecnología es tan buena que es difícil diferenciar las cámaras", explica a la AFP.
En opinión de esta especialista, "la próxima etapa importante será la inteligencia artificial, con cámaras de fotos capaces de ayudar a los usuarios a escanear su entorno". Esta es la realidad aumentada que propone, por ejemplo, Samsung con la función "vision" de su asistente IA Bixby.
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El resultado, de momento, no es impresionante, pero muy pronto podría ser posible conocer las referencias o incluso comprar un objeto escaneado con el teléfono. Por ejemplo, los zapatos de un compañero de vagón en el metro.
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¿Y la cámara selfi? "Puede permitir decir o comprender algo del estado de ánimo [del usuario] viendo su rostro", imagina Cozza, como hacen las cámaras integradas en vehículos que vigilan el estado del conductor, llegando incluso a frenar si este inclina demasiado la cabeza.
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