
Cuando Sara Millerey fue llevada al hospital en la madrugada del 5 de abril, su madre jamás imaginó que, además de la agresión que había sufrido, tendría que enfrentarse a una atención médica fría y limitada.
Así lo contó en el pódcast 'Más allá del silencio', conducido por Rafael Poveda, donde relató lo que vivió esa noche al lado de su hija, una mujer trans de 32 años que agonizaba tras haber sido arrojada a una quebrada en Bello, Antioquia.
Según su madre, al llegar al hospital con su hija en brazos, nadie las recibió con "agrado". La pusieron sobre una colchoneta sin sábanas, ni cobijas, ni siquiera una toalla para contrarrestar la hipotermia con la que Sara llegó tras permanecer más de dos horas dentro del agua.
“Me quité mi saco, mi chaqueta y la arropé. Me mandaron otros sacos y la arropé también con esos… fue muy mala la atención”, relató.
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Denuncian negligencia médica
El personal de salud le explicó que Sara había sido clasificada como triage etapa tres, “porque no había llegado baleada ni con heridas cortopunzantes”, lo que limitaba la prioridad con la que sería atendida.
La tía de Sara también intervino en el mismo episodio del pódcast y señaló que los médicos les dijeron que, como no tenía rastros de sangre visibles, no fue tratada con urgencia. Solo hasta las cuatro de la mañana, horas después de haber sido ingresada, comenzó a recibir atención formal.
Ya cuando empezó a ser estabilizada, detectaron múltiples fracturas. Mientras la enyesaban, empezó a sufrir taquicardia y fue trasladada a la UCI. “Falleció a las 3:00 de la tarde del sábado. Me dijeron que fue por los múltiples golpes, que alguna vena pudo haberse reventado por dentro, y eso causó acumulación de líquido en el cuerpo. No sabían exactamente por dónde”, narró su mamá.

Sara fue rescatada de la quebrada La García por los bomberos de Bello luego de que vecinos alertaran a las autoridades. Había sido brutalmente golpeada y dejada en el agua sin posibilidad de moverse. Lo poco que alcanzó a decir fue que “unos hombres malos” la habían arrojado allí y que tenía mucha sed. En sus últimas palabras, le confesó a su madre: “Me voy a morir”.
Desde muy joven, Sara vivió su identidad con decisión. Su transición comenzó hacia los 12 o 14 años, cuando se dejaba colitas en el cabello y ya lucía como una niña. “Siempre fue femenina y delicada” , dijo su madre. Trabajaba desde que estaba en el colegio vendiendo confites, galletas y mecato para comprarse sus útiles escolares, su almuerzo o sus cosas personales.
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“Nunca robó, ni atracó a nadie. Era muy miedosa”, aseguró su mamá, desmintiendo los rumores que circulan en redes sociales. “No sé por qué dicen eso. Como todo ser humano cometía errores, fumaba marihuana, se tomaba unas cervezas, pero nada más” .
Hoy, la familia sigue esperando justicia. La Fiscalía investiga el caso y ofreció una recompensa de hasta 50 millones de pesos por información que permita dar con los responsables. Mientras tanto, el recuerdo de Sara y la manera en que fue tratada en sus últimas horas despiertan una pregunta dolorosa: ¿pudo haberse evitado su muerte?
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