Iván Marín, reconocido por arrancar carcajadas y llenar escenarios como el Movistar Arena, sorprendió recientemente al público al compartir para El Klub de La Kalle, un capítulo profundamente personal de su vida: una etapa de intensa batalla mental que lo llevó a intentar acabar con su existencia.
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El comediante, quien hoy goza de éxito y reconocimiento, reveló que una serie de fracasos y rechazos lo sumieron en una desesperación tal que consideró que "no tenía una razón para estar acá".
Durante un período de "varios años muy, muy duros", Marín enfrentó constantes golpes. Su sueño de ser futbolista profesional se desvaneció a los 14 años debido a una miopía degenerativa severa que le impedía jugar con gafas, y un impacto podía causarle desprendimiento de córnea.
A esto se sumaron frustraciones en el ámbito personal, como la ausencia de éxito en sus relaciones románticas, y múltiples rechazos en su incipiente carrera como escritor, donde sus obras no obtenían ni una mención en "301.000 convocatorias".
Sin embargo, uno de los golpes más devastadores que lo empujó al borde fue el rechazo en su primera audición para la televisión, específicamente como extra en la reconocida serie 'Padres e Hijos'. Marín confesó que pensó: "Es que a uno lo rechacen de Padres e Hijos hay que estar muy mal en la vida".
Este episodio se sumó a una cadena de "fracaso tras fracaso, rechazo tras rechazo" que lo llevaron a su punto más crítico.
Fue entonces cuando Iván Marín decidió que no quería seguir viviendo. "Intenté acabar con mi vida", relató. Con una ignorancia que ahora reconoce, compró veneno para ratas, pensando que si mataba a un roedor, funcionaría con un humano.
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Se encerró en su habitación, listo para consumirlo. Pero, en el último instante, una "fuerza superior" que no fue suya, sino de la cual se siente agradecido, lo detuvo. El miedo lo invadió y vació el veneno por el inodoro.
A pesar de haber desistido del intento directo, la idea de la muerte persistía. Al no tener el "valor" de hacerlo él mismo, consideró unirse al ejército, anhelando ir a la guerra con la idea de convertirse en "carne de cañón" y "darse con la guerrilla". Sorprendentemente, incluso el ejército lo rechazó.
Esta serie de reveses lo llevó a buscar consuelo en la espiritualidad, ingresando brevemente a un monasterio benedictino. Sin embargo, la vida monástica tampoco fue su camino.
El abad le dijo que su "alegría muy bonita" no debía estar "encerrada", que Dios tenía "otra misión" para él. Iván, acostumbrado al rechazo, interpretó esto como otro portazo, solo para darse cuenta un año después de que era una señal.
Fue en este punto cuando el humor, de manera casi accidental, entró en su vida. Como actor de teatro, notó que la gente se reía en partes serias de sus interpretaciones, lo que inicialmente le causaba rabia. Pero pronto, descubrió el "poder terapéutico del humor".
A pesar de haber sido diagnosticado con depresión y medicado, Marín optó por no consumir los fármacos en ese momento, ya que sentía que lo "dopaban mucho" y "disminuían la creatividad", algo crucial para su escritura.
La comedia, confiesa, le "salvó la vida". Le dio un propósito: "hacer reír a los demás". No buscaba inicialmente el beneficio económico, sino "tener algo que me hiciera levantar cada día". Aprendió a convivir con la depresión, entendiendo que es un "monstruo que nunca se vence, pero uno puede aprender a convivir con él".
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