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En Quinamayó, un pequeño poblado afrocolombiano ubicado en el suroccidente de Colombia, la Navidad no llega en diciembre, sino en febrero.
Desde hace más de 150 años, sus habitantes han mantenido viva una tradición que rinde tributo a sus antepasados esclavizados, quienes no tenían permitido celebrar la festividad cristiana en la fecha convencional. Así, la comunidad ha convertido esta conmemoración en un símbolo de resistencia y arraigo cultural.
La festividad, conocida como la Adoración al Niño Dios Negro, se extiende durante cuatro días, del 14 al 17 de febrero, y congrega a casi toda la población del corregimiento, que suma aproximadamente 6.000 personas.
Durante este tiempo, Quinamayó se llena de música, rezos y danzas en honor al Niño Dios , cuya imagen de piel negra es una representación de la identidad y la herencia afrodescendiente.
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Las celebraciones inician con una procesión solemne en la que la figura del Niño Dios Negro es llevada por las calles del corregimiento. Mujeres afrocolombianas, ataviadas con coloridos vestidos, lideran el recorrido al ritmo de tambores, marimbas y vientos, mientras los fieles entonan alabanzas y arrullos.
En cada hogar, los habitantes preparan altares decorados con velas y flores para recibir la imagen sagrada.
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La celebración es especialmente significativa para los niños, quienes asumen un papel central en la festividad. Alrededor de 40 pequeños se visten como personajes del nacimiento de Jesús, representando ángeles, soldados y la Estrella de Oriente, reviviendo la historia en una escenificación comunitaria que se transmite de generación en generación.
Uno de los momentos más esperados de la festividad es la instalación del Niño Dios en un refugio adornado con heliconias y hojas verdes.
En un ambiente de devoción y alegría , la imagen es colocada sobre una manta con motivos navideños y se le rinde homenaje con cánticos y bailes tradicionales.
Las noches de celebración están marcadas por la presencia de la comunidad reunida en espacios de oración y canto. Los arrullos, una manifestación musical afrodescendiente, resuenan con fuerza, acompañados de instrumentos como los bombos y clarinetes.
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Mientras algunos habitantes participan activamente en la festividad, otros, especialmente los adultos mayores, prefieren recordar las navidades de su infancia desde la tranquilidad de sus hogares.
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La Navidad en Quinamayó no solo es una celebración religiosa, sino también una reafirmación de la identidad afrocolombiana.
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La figura del Niño Dios Negro simboliza la esperanza y la fortaleza de una comunidad que ha sabido preserva r sus costumbres a lo largo del tiempo, resistiendo el olvido y transmitiendo su legado de generación en generación.
Esta festividad sigue siendo un punto de encuentro para las familias de Quinamayó, que se unen en torno a la fe, la música y la danza para celebra r una Navidad distinta, pero profundamente arraigada en su historia y tradición.
Un testimonio vivo de la herencia africana en Colombia que, cada febrero, ilumina las calles del corregimiento con una luz propia.
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