
En el tranquilo santuario de Nuestra Señora de Belencito, en el departamento colombiano de Boyacá, se vivió una escena que interrumpió la solemnidad de la liturgia , pero no el espíritu de la ceremonia.
Un perro callejero, guiado probablemente por el hambre, se acercó al altar durante la misa y, ante la mirada atónita de los feligrese s, tomó con el hocico uno de los panes consagrados como ofrenda y se lo llevó tranquilamente.
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El hecho fue grabado por uno de los asistentes, quien compartió el video en Twitter. La reacción fue inmediata: el clip se volvió viral, superando los 31 mil “me gusta” y siendo compartido también en plataformas como TikTok.
Entre los comentarios, algunos usuarios bromeaban con frases como “A Firulais lo van a excomulgar” o “Dios le da pan al que tiene hambre” . Otros, conmovidos, aplaudieron la compasión del momento: “Qué lindo, encontró comidita en la casa de Dios”.
El sacerdote, aunque sorprendido, no detuvo la misa. Esbozó una sonrisa que pareció contagiar a los presentes , quienes tampoco intervinieron para sacar al perro.
Su gesto fue entendido por muchos como una muestra de empatía y humanidad frente a una escena que, más allá del humor, pone en evidencia una problemática social: el abandono animal.
Creo que el Firulais superó un nuevo nivel de herejía... pic.twitter.com/y5baJUh3XC
— Rubén Darío Toro López. (@tagoretoro) June 7, 2022
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La realidad de los perros callejeros en Colombia
En Colombia, como en muchos países de América Latina, los perros callejeros son una realidad común. Muchos deambulan por calles, plazas e incluso iglesias en busca de alimento y refugio.
Aunque existen organizaciones dedicadas al rescate y adopción, la sobrepoblación y el abandono continúan siendo desafíos persistentes.
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Este episodio, que se tornó viral por su carga emotiva, pone en evidencia esa situación de una manera inesperadamente poderosa.
El animal, sin nombre conocido, sin dueño visible, sin más que su necesidad, encontró pan y comprensión en un lugar donde, según la fe, todos son bienvenidos.
Más allá de la anécdota, el momento invita a una reflexión profunda sobre la convivencia entre humanos y animales, la compasión como valor y la necesidad de políticas públicas más firmes en torno al bienestar animal . A veces, una pequeña escena, captada por una cámara espontánea, puede abrir la puerta a conversaciones necesarias.
Y es que, en medio de una misa, en el silencio de un templo, un perro hambriento nos recordó que la fe también se vive con gestos de humanidad.
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