En una jornada cargada de expectación, cuando los ojos del mundo entero estaban fijos en el tejado dela Capilla Sixtina a la espera de la emblemática fumata blanca
, un visitante inusual robó protagonismo.
Minutos antes de que el humo blanco emergiera anunciando la elección del nuevo pontífice, una gaviota se posó, serena y vigilante, sobre la chimenea del Vaticano. Permaneció ahí, inmutable, mientras millones aguardaban el desenlace de uno de los ritos más antiguos y reservados de la Iglesia Católica.
Aquella escena, capturada en directo por medios internacionales y replicada en tiempo real en pantallas gigantes en la Plaza de San Pedro, transformó al ave en un inesperado símbolo del momento. La imagen recorrió el planeta, generando una mezcla de ternura, humor y, para muchos fieles, un aura espiritual.
“Nos engañaron, el Espíritu Santo no es una paloma, es una gaviota”, comentaban usuarios en redes sociales, donde memes y reflexiones sobre la escena se multiplicaron rápidamente.
Este hecho no fue único. Ya en la elección de Benedicto XVI, se reportó un suceso similar. La misma especie de ave se había posado en el lugar sagrado, como si se tratara de un rito no oficial dentro del cónclave.
Las gaviotas —habitantes comunes del cielo romano— parecen haber elegido momentos clave en la historia reciente del Vaticano para hacer su aparición silenciosa.
La interpretación de aves como mensajeras celestiales tiene raíces profundas en múltiples tradiciones religiosas. En el cristianismo, el Espíritu Santo suele representarse como una paloma, pero la aparición de esta gaviota desafió la iconografía habitual y fue recibida, en muchos casos, como un gesto simbólico, una señal poética enviada desde lo alto.
“Habemus Gaviota”, ironizaban con afecto en las redes. Una frase que, más allá del humor, resume la forma en que lo sagrado y lo cotidiano pueden encontrarse en un mismo instante. Porque en el Vaticano, aquel día, no solo fue elegido un nuevo Papa; también quedó inmortalizada la imagen de una gaviota, convertida en testigo silente del momento en que la historia volvió a escribirse.
Así fue la elección del papa León XIV
A las 18:08 del 8 de mayo de 2025, el cielo de Roma fue testigo de unmomento histórico: el esperado humo blanco
se alzó desde la chimenea de la Capilla Sixtina, confirmando que los 133 cardenales reunidos en cónclave habían elegido al nuevo papa.
Las campanas de la Basílica de San Pedro y de toda Roma comenzaron a sonar al unísono, anunciando al mundo que la Iglesia tenía un nuevo líder espiritual.
Aunque su identidad aún era un misterio, más de 20.000 fieles congregados en la Plaza de San Pedro estallaron en vítores, lágrimas y abrazos. Las imágenes del momento, captadas en video y ya virales en redes sociales, muestran a peregrinos de distintas nacionalidades visiblemente conmovidos: muchos alzaron los brazos al cielo, se tomaron de las manos o se arrodillaron en oración.
El cardenal Dominique François Joseph Mamberti, protodiácono y destacado diplomático vaticano, fue el encargado de proclamar la tradicional fórmula desde el balcón central de la basílica:
“Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam!”
Con esas palabras, el mundo conoció al nuevo pontífice: el cardenal Robert Francis Prevost, quien ha adoptado el nombre de León XIV.
La elección se concretó en la cuarta votación del cónclave, una cifra que también marcó momentos clave en pontificados anteriores, como los de Benedicto XVI y Juan Pablo I. Este cierre solemne y cargado de emoción corona un proceso que entrelaza la profundidad espiritual con complejas dinámicas internas.
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