Maru Yamayusa, cuyo rostro y talento marcaron a varias generaciones a través de su icónico personaje Josefa Chivatá en la serie Dejémonos de Vainas, compartió en El Klub de La Kalle, una faceta de su vida mucho más seria y compleja que la comedia que la ha hecho famosa.
La artista bogotana, que formó su carrera en el buen humor y la capacidad de interpretación, atraviesa actualmente una difícil situación de salud con su hija, Maru Catalina Molines.
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La actriz se refirió a su lucha actual como un "trabajo científico" debido a la inminente necesidad de un cambio de ojos para su hija, lo que implica la realización de trasplantes de córneas.
Yamayusa confesó que su vida parece ser una sucesión constante de problemas, donde apenas logra salir de un "chicharrón" para inmediatamente meterse en otro.
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A pesar de las circunstancias, Maru Yamayusa encontró la manera de mantenerse a flote, atribuyendo su fortaleza a su inagotable sentido del humor.
Esta filosofía le permitió ver la incoherencia y, a la vez, la coherencia de las situaciones más difíciles, incluso aprendiendo de encuentros inesperados en su vida cotidiana.
La actriz se nutre de estas interacciones humanas, que le sirven de material y la divierten, ayudándola a superar los momentos más duros.
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Su hija, Maru Catalina Molines, está a punto de cumplir 41 años, y es la única hija de la actriz, fruto de una relación de diez años con un músico que se desempeñaba como concertino de violonchelo.
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Un aspecto particularmente conmovedor de la historia es que, si bien Maru Catalina está por llegar a los 41 años, su desarrollo se detuvo, pues "se quedó en ocho añitos". La actriz remarcó que, en estos momentos críticos, solo le quedan su hija y su trabajo para sostenerse.
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Por ello, hizo una súplica a los oyentes y seguidores para que oren por el éxito de la operación, esperando que los trasplantes de córneas sean aceptados.
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Según Yamayusa, este amor es lo que fortalece y permite emprender contra las vicisitudes que la vida presenta.
Yamayusa, que comenzó su carrera hace 54 años y sigue estudiando para mejorar su arte, destacó que es esencial reconocer que los cuidadores también merecen vivir, tener paz, armonía y salud.
Irónicamente, esta situación familiar la llevó a reforzar su sentido del humor, pues su hija misma posee un "sentido del humor buenísimo".
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