Han pasado cuatro décadas desde la tragedia de Armero, ocurrida el 13 de noviembre de 1985, cuando una avalancha de lodo, piedras y escombros arrasó con gran parte del municipio tolimense tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz.
Entre las más de 23.000 víctimas que dejó la catástrofe, una historia quedó grabada para siempre en la memoria del país: la de Omayra Sánchez Garzón, una niña de 13 años que luchó por su vida durante casi tres días, mientras el mundo entero observaba en la espera de un milagro que nunca llegó.
El caso de la menor se hizo visible, ya que no era sólo una víctima más; era la niña que hablaba, pedía y rezaba con la esperanza de salir de allí y estar con su familia.
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¿Cómo fueron los últimos días de Omayra Sánchez?
Tras el paso del flujo de lodo, la niña quedó atrapada entre los restos de su casa, junto a lo que antes era su habitación. Sus piernas estaban aprisionadas por vigas, cemento y el cadáver de su tía, lo que hacía imposible retirarla sin causarle un daño mortal.
Cuando los socorristas la hallaron, solo se le veía el rostro, los brazos y parte del torso cubierto de agua y barro. A pesar de la situación, estaba consciente, hablaba con quienes la rodeaban y mantenía la ilusión de que pudieran rescatarla.
Durante las siguientes horas, los equipos de rescate hicieron todo lo posible para liberarla. Intentaron remover escombros con herramientas improvisadas, cuerdas y tubos, pero el nivel del agua subía constantemente. No había maquinaria disponible y el terreno era inestable.
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¿Cuánto tiempo estuvo Omayra Suárez atrapada en Armero?
Durante al menos 55 horas, dos días y más, su vida pendió de un hilo, incluso se le administró una inyección para prevenir infección, mientras la niña se mantenía cuerda y pedía ayuda.
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Omayra, cansada, con frío, sed y dolor, mantuvo una fuerza que sorprendió a quienes la atendían. Su mirada y su voz, consolando a quienes estaban a su lado, preguntando por su madre y su colegio. A veces hablaba con los periodistas que se acercaban y respondía con inocencia, sin comprender del todo la magnitud del desastre.
En un momento pidió que rezaran por ella y expresó su deseo de volver a ver a su familia. Los rescatistas intentaron mantenerla tranquila, cantándole y hablándole para evitar que entrara en pánico.
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Una de las frases que más tocó a miles fue el momento cuando la niña deliraba diciendo: “Madre, si me escuchas, quiero que reces por mí para que todo salga bien”. En esas largas horas, además de los esfuerzos técnicos, se levantaron instrumentos rudimentarios, cuerdas, bloques de madera, manos que intentaban liberar su cuerpo con el mínimo daño.
Las condiciones del lugar empeoraron con el paso de las horas. La corriente del lodo seguía fluyendo, los gases del terreno eran peligrosos y la temperatura del agua bajaba. Los médicos confirmaron que si intentaban moverla, perdería la vida de inmediato debido al daño interno causado por la presión en sus piernas.
Sin medios adecuados, el equipo de rescate tuvo que aceptar la realidad: no podían salvarla.
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Falleció mientras aún estaba atrapada bajo los escombros, la mañana del 16 de noviembre de 1985, después de más de 55 horas atrapada. Su imagen, registrada por medios nacionales y extranjeros, dio la vuelta al mundo y se convirtió en símbolo de la tragedia ante la falta de recursos para atender una emergencia de tal magnitud.
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En lo que fue el municipio de Armero, se levantó un camposanto donde descansan las víctimas del desastre. La tumba de la pequeña es una de las más visitadas, adornada con flores, juguetes y mensajes.
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