
En una confesión que remueve las sombras del pasado, Juan Sebastián Marroquín,antes conocido como Juan Pablo Escobar, ha vuelto a dar testimonio del peso de llevar el apellido del narcotraficante más temido de Colombia.
En diálogo con el podcast del mexicano Melo Montoya, el ahora arquitecto y escritor repasó fragmentos de su niñez marcados por el lujo extremo, la violencia y las constantes amenazas.
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Uno de los momentos más llamativos de la entrevista fue cuando reveló que, en algunas ocasiones, asistía a clases en helicóptero. “Para no llegar tarde al colegio desde la Finca Nápoles, que estaba a tres horas en coche, viajaba en helicóptero”, contó Marroquín, hoy de 48 años.
Esta propiedad, convertida ahora en parque temático, fue durante los años de auge del Cártel de Medellín el centro de operaciones del imperio de Pablo Escobar.
Pero el traslado aéreo al colegio no era símbolo de lujo, sino de precaución. Marroquín relata que su padre disponía de un ejército personal: “Tenía unos 50 hombres protegiéndolo, y cada miembro de la familia contaba con 15 custodios”.
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A pesar de esta red de seguridad, su infancia fue cualquier cosa menos segura. “A los 12 años iba en un coche cuando nos lanzaron una granada que entró al vehículo. Cayó entre mis piernas. La lancé por la ventana justo antes de que explotara”, relata, aún con la tensión viva en su voz.
La soledad también fue parte de su vida escolar. “Tenía poca relación con mis compañeros. Solo tuve un amigo, un niño huérfano, cuyos padres no podían impedirle que se juntara conmigo”, señala. Marroquín recuerda estos años con una mezcla de lucidez y resignación:

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"Mi padre me enseñó incluso a cómo apagar mi vida 'correctamente'. Nada de en la sien o en la boca, como en las películas", confesó.
Marroquín ha insistido en que decidió no seguir los pasos de su padre. Cambió su nombre, su país de residencia y su rumbo.
“Me amenazaron por no convertirme en Pablo Escobar”, afirmó. Su camino lo llevó a las letras y a la arquitectura, dos espacios que, según él, le han permitido reconciliarse con el pasado sin replicarlo. “Hago lo que creo que es correcto”, resume.
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También compartió detalles sobre la fortuna familiar. Escobar, antes de fallecer en 1993, dejó escondidos nueve millones de dólares. Marroquín relató que, en una ocasión, estando con cinco familiares en un hotel custodiados por 150 hombres armados, el dinero simplemente se agotó.
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“La factura del hotel era tremenda”, admite. Fue entonces cuando su padre le dijo a una tía dónde estaba el dinero. “Esa fue la última vez que la vi y supe del dinero”, añadió.
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Hoy, Marroquín no huye de su historia, pero se esfuerza por darle otro sentido. En sus libros y entrevistas, reconstruye el impacto del narcotráfico en su vida familiar y personal. Lo hace con la intención, según él, de que otros jóvenes no repitan los errores del pasado.
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