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El camino hacia la perversidad de Garavito comenzó temprano. Su primer delito se registró cuando tenía tan solo 15 años, cuando intentó abusar de un niño menor que él, quien por fortuna logró escapar de sus garras. Sin embargo,
Durante su tiempo en prisión, Garavito no solo confesó múltiples crímenes, sino que también proporcionó detalles y coordenadas que ayudaron a los investigadores a encontrar los restos de algunas de sus víctimas.
Mientras estaba en prisión, Garavito reveló un oscuro sueño que había estado gestando antes de ser arrestado, un plan macabro que habría marcado el horrendo final de su carrera criminal como asesino de niños. Sin embargo, este siniestro proyecto nunca se concretó debido a su captura en 1999, lo que evitó que llevara a cabo su escalofriante plan, que incluía la toma de más vidas, aunque en esta ocasión no serían menores de edad.
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La revelación de este escalofriante plan se hizo pública en una entrevista realizada por Mauricio Aranguren, autor del libro "El fracaso de la Fiscalía: 192 niños asesinados", en la que Garavito confesó sus retorcidos planes. En sus palabras, el asesino confesó que se estaba cansando de matar a menores de edad, ya que los consideraba víctimas fáciles de convencer. Esta insensible percepción lo llevó a cambiar su enfoque.
De acuerdo con su testimonio, Garavito había planeado cambiar sus víctimas a adultos, pero lo más aterrador de su confesión fue su deseo de cometer esta masacre ante los medios de comunicación. Buscaba que su acto final fuese una macabra exhibición, con la esperanza de aumentar su notoriedad como el mayor asesino de niños en Colombia y uno de los más infames en el mundo. Su plan era que, después de cometer estos asesinatos públicos, la justicia y la sociedad lo persiguieran al punto que, eventualmente, terminara asesinado.
Este relato macabro y egocéntrico revela la mente retorcida de Garavito, quien buscaba la fama y la notoriedad incluso en sus últimos momentos. Su detención en 1999 no solo impidió que continuara con sus crímenes atroces, sino que también puso fin a su siniestro sueño de aterrorizar a la sociedad y la prensa de una manera aún más espeluznante. El nombre de Luis Alfredo Garavito perdurará en la infamia, recordándonos la importancia de la justicia y la protección de los más vulnerables en nuestra sociedad.
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