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Creyó tener gripa común y días después recibió una noticia que le cambió la vida

Pensó que solo era una gripe común, pero el paso del tiempo reveló una enfermedad grave que cambió su vida para siempre.

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Falleció pensando que tenía una gripa
Foto de Liverpool Echo

La historia de Kieran Shingler se convirtió en un llamado de atención sobre la importancia de no subestimar ciertos síntomas, incluso cuando parecen inofensivos. A sus 26 años, llevaba una vida activa, saludable y sin antecedentes médicos relevantes. Sin embargo, una serie de molestias que inicialmente parecían pasajeras terminaron desencadenando uno de los diagnósticos más difíciles de asimilar para cualquier persona joven.

Todo comenzó a finales de 2022, cuando Kieran empezó a sentir dolores de cabeza persistentes, acompañados de molestias en la garganta y secreción nasal. En un contexto en el que los virus respiratorios eran frecuentes, la explicación parecía lógica: una gripe fuerte o incluso covid-19. Como muchas personas, optó por no alarmarse y continuar con su rutina mientras manejaba los síntomas desde casa.

Por precaución, él y su pareja, Abbie Hestock, decidieron realizarse pruebas de coronavirus. Ambas resultaron negativas, lo que reforzó la idea de que se trataba de una afección leve que desaparecería con el paso de los días. Confiados en esa hipótesis, siguieron controlando la situación con medicamentos comunes y descanso, sin imaginar que el cuadro clínico estaba lejos de ser algo pasajero.

Sin embargo, el cuerpo empezó a enviar señales más claras. Lejos de mejorar, el malestar se intensificó. Los dolores de cabeza se volvieron más frecuentes y, con el tiempo, apareció un síntoma que encendió las alarmas: la pérdida total del apetito. Para alguien conocido por su energía, su disciplina deportiva y su gusto por la comida, este cambio resultó extraño y preocupante.

Abbie fue quien insistió en que algo no estaba bien. Al notar que Kieran no recuperaba fuerzas ni interés por alimentarse, lo convenció de acudir a un servicio de urgencias. Fue entonces cuando el joven ingresó al Hospital de Warrington, en Cheshire, donde los médicos realizaron una primera evaluación clínica que apuntó a una posible meningitis, una afección grave que requería descartar rápidamente.

Ante la gravedad potencial del diagnóstico inicial, el equipo médico decidió avanzar con estudios más detallados. Una tomografía computarizada cambió por completo el panorama. Las imágenes revelaron la presencia de una masa en el cerebro, un hallazgo que transformó una consulta de urgencia en el inicio de una larga y compleja batalla médica.

El diagnóstico que lo cambió todo

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Tras el hallazgo, Kieran fue remitido al Centro Walton de Liverpool, una institución especializada en neurología. Allí fue sometido a varios procedimientos médicos, incluidos estudios más avanzados y una biopsia cerebral. El resultado confirmó uno de los diagnósticos más temidos: un astrocitoma de grado tres, un tipo de tumor cerebral maligno caracterizado por su comportamiento agresivo y su capacidad de progresión.

A partir de ese momento, la vida de Kieran dio un giro radical. El joven camionero, acostumbrado a largas jornadas laborales y entrenamientos intensos, tuvo que adaptarse a una rutina marcada por tratamientos médicos. Inició un proceso combinado de radioterapia y quimioterapia, con el objetivo de frenar el crecimiento del tumor y preservar su calidad de vida el mayor tiempo posible.

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Durante un periodo prolongado, el tratamiento mostró resultados alentadores. Los controles médicos indicaban que la masa había reducido su tamaño, lo que permitió cierta estabilidad clínica. Kieran continuó enfrentando el proceso con determinación, apoyado por su pareja, su familia y un grupo cercano de amigos que no se separaron de él en ningún momento.

Pasaron cerca de tres años entre consultas, terapias y seguimientos constantes. A pesar del desgaste físico y emocional, el joven mantuvo una actitud positiva y una fuerte conexión con las personas que lo rodeaban. Para quienes lo conocían, su sentido del humor y su carácter tranquilo seguían presentes, incluso en medio de la adversidad.

No obstante, a mediados de este año, una nueva evaluación médica cambió nuevamente el rumbo de la historia. Los estudios revelaron que el tumor había retomado su crecimiento, lo que obligó a los especialistas a replantear el tratamiento. Kieran fue trasladado nuevamente a Liverpool para recibir atención adicional, pero el avance de la enfermedad resultó imparable.

Finalmente, falleció a comienzos de diciembre en un hospicio de Warrington, rodeado de cuidados paliativos y del acompañamiento de sus seres queridos. Su muerte generó un profundo impacto entre familiares, amigos y personas que conocieron su historia posteriormente.