
La reciente liberación de Lyan José Hortúa, un niño de 11 años que permaneció secuestrado durante 18 díasen zona rural de Jamundí, Valle del Cauca, trajo alegría a su familia y a toda la comunidad.
Sin embargo, en medio del alivio por el reencuentro, un nuevo capítulo genera conmoción, un familiar cercano, que habría participado en el pago del rescate, fue ultimado poco después del regreso del menor.
Según confirmó la Defensora del Pueblo, Iris Marín, a través de su cuenta en la red social X, el niño fue entregado por sus captores y se encuentra a salvo, aunque fue trasladado para una revisión médica general. “No queremos más noticias de dolor, menos para los niños y niñas”, escribió Marín.
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La Millonada que pagaron por el rescate de Lyan Hortúa
Aunque no se ha revelado oficialmente el monto del rescate, el tío del menor, Sebastián Bonilla, afirmó que la familia sí accedió a pagar una suma para garantizar la libertad del niño. De acuerdo con el medio El Tiempo, esta cifra podría alcanzar los 4.000 millones de pesos, aunque los familiares decidieron mantenerla en reserva por motivos de seguridad.
El proceso se manejó de manera privada y sin involucrar a las autoridades, en un intento desesperado por proteger la vida de Lyan. Un integrante de la familia se ofreció como intermediario para coordinar la entrega del dinero. “Nos endeudamos, pero lo importante era que el niño volviera con vida”, expresó Bonilla.
Le quitan la vida a Antonio Cuadros primo del padrastro de Lyan Hortúa
Horas después de conocerse la liberación del menor, un hecho violento sacudió nuevamente a su entorno familiar. Antonio Cuadros, primo del padrastro de Lyan, fue atacado en un establecimiento del barrio Bretaña, en el sur de Cali. Según versiones preliminares, Cuadros habría sido el encargado de entregar el dinero del rescate a los captores.
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Las autoridades investigan si este hecho está directamente relacionado con el secuestro del niño, que de hecho se conoció que él no era el objetivo principal del plagio.Por el momento, se desconoce quiénes estuvieron detrás de este acto que acabó con su vida, pero las circunstancias han despertado inquietud entre los allegados.

El secuestro de Lyan se registró el pasado 3 de mayo fue interceptado por hombres armados en el caserío de Potrerito, un sector controlado por estructuras ilegales.
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La familia, aunque agradecida por el regreso del menor, se siente abandonada por las autoridades. “Tuvimos que actuar solos”, dijo Bonilla. La comunidad de Jamundí también expresó su rechazo a lo ocurrido, exigiendo justicia y medidas para evitar que hechos similares se repitan.
La historia de Lyan es un reflejo de la compleja situación de seguridad que se vive en varias regiones del país, donde la presencia de grupos armados continúa afectando gravemente a la población civil
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