Colombia, por su ubicación geográfica, se encuentra constantemente expuesta a la actividad sísmica. Entre los numerosos eventos que han marcado su historia, destaca el terremoto de mayor magnitud registrado en el país, el cual tuvo lugar el 31 de enero de 1906.

A las 10:36 a.m. de ese día, un sismo de magnitud 8.4 sacudió la región, con epicentro en la Costa Pacífica, a una profundidad de 20 km. Este evento se mantiene como el de mayor magnitud instrumental documentada en la historia colombiana, dejando a su paso una estela de devastación y pérdidas humanas.

Previo al sismo principal, la región ya había experimentado dos sismos precursores, ocurridos a las 7:00 y 9:00 a.m., respectivamente. Estos temblores tempranos, ampliamente sentidos por la población local, sirvieron como una advertencia crucial, permitiendo una reacción más efectiva ante el evento principal y reduciendo así el número de víctimas.

Sin embargo, la magnitud del terremoto y su ubicación en la Costa Pacífica desencadenaron un devastador tsunami, con olas alcanzando hasta 5 metros de altura. El impacto se extendió a lo largo de la costa desde Esmeraldas (Ecuador) hasta Bahía Solano (Chocó), arrastrando consigo vidas, propiedades y estructuras.

Los informes históricos más fiables estiman que cerca de 600 personas perdieron la vida, la mayoría a causa del tsunami. Tumaco, ubicado en la región de Nariño, pudo haber enfrentado consecuencias aún más graves de no ser por dos factores mitigantes: la ocurrencia del evento durante la bajamar y el choque inicial de las olas contra dos islas frente a la costa.

A lo largo de aproximadamente 300 km de la costa, se observaron los impactos devastadores del terremoto y el tsunami, incluyendo la destrucción de numerosas edificaciones y fenómenos como la licuefacción del suelo y la subsidencia, que causó el hundimiento de algunas áreas costeras hasta un metro.

Es esencial aprender de la historia y tomar medidas preventivas para minimizar el impacto de futuros desastres. Como se ha demostrado en eventos posteriores, como el terremoto y tsunami de 1979 en la misma región, donde 454 personas perdieron la vida y más de mil resultaron heridas, la amenaza de desastres naturales persiste y requiere una respuesta constante y preparada por parte de las autoridades y la población en general.

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