La historia de Ángela Mariño, conocida cariñosamente por sus allegados como Angelita, transformó un momento de profundo duelo en una declaración de principios.
Ángelita, una joven activista cuyo amor por los animales se manifestó desde temprana edad, se despidió del plano terrenal durante la segunda semana de octubre, luego de tomar la decisión de someterse a la eutanasia.
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Su vida fue marcada por una tenaz batalla contra la enfermedad. El cáncer, agresivo y complejo, la acompañó desde los 12 años, aunque no fue diagnosticado por un médico humano hasta que tuvo 20, sino por un veterinario.
A este padecimiento se sumaron otras condiciones debilitantes como migrañas insoportables, endometriosis, enfermedades autoinmunes, dolores crónicos y la pérdida temporal de la movilidad en varias ocasiones.
A pesar de los desafíos, incluyendo superar cirugías para extirpar tumores de su cabeza y lograr dejar la silla de ruedas para volver a caminar con un bastón, el sufrimiento crónico la llevó a buscar una muerte digna, un derecho fundamental consolidado en Colombia para quienes enfrentan condiciones intolerables que afectan la dignidad humana.
Su última voluntad, compartida en un emotivo video junto a su amiga, la veterinaria Karla Capio, fue una enseñanza sobre cómo resignificar la muerte.
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¿Qué pidió Ángela Mariño antes de fallecer?
Ángela fue categórica en su deseo de que su despedida generara un impacto positivo, en contraste con los rituales fúnebres tradicionales que consideraba vacíos de significado tangible.
En sus propias palabras, aspiraba a que otros se sumaran a esta forma de decir adiós, "haciendo algo más significativo que gastar un montón de dinero en flores que se van a pudrir y no genera un impacto positivo, como si lo podría tener dejar un legado”.
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El legado que Angelita buscaba cimentar se centra en el respeto y el amor incondicional hacia los seres sintientes.
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Su petición específica fue que aquellos que asistieran a su "reunión de despedida" llevaran concentrado o alimento para perros o gatos, el cual sería entregado a una fundación o sitio de ayuda animal.
Además del alimento, sugirió que el dinero que se hubiera destinado a flores fuera utilizado para costear esterilizaciones o apoyos concretos a fundaciones.
La joven también instó a los asistentes a vestir de colores y a reflexionar sobre el mensaje central que quería transmitir: “que no sean indiferentes ante el sufrimiento de los animales”.
Ángela, quien estudió medicina veterinaria y dedicó su tiempo a ayudar a los animales cuando su salud lo permitía, usó sus últimas palabras para criticar la perspectiva egocéntrica del ser humano.
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