Un nuevo relato entregado por una de las personas que más de cerca conoció a Ricardo González aporta elementos que permiten entender mejor su conducta en los meses previos al asesinato del estudiante Jaime Esteban Moreno. El testimonio apunta a un patrón repetitivo: consumo de alcohol, indisciplina y episodios que terminaron afectando su comportamiento laboral y social.
Según la versión ofrecida por Yansen Estupiñán, gerente del centro comercial donde González tuvo su primer empleo en San Victorino, el joven empezó a mostrar cambios notorios después de su ingreso al puesto en el que atendía un carrito de perros calientes. Aunque inicialmente cumplía sus funciones, los problemas no tardaron en aparecer.
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Estupiñán relató que las llegadas tarde y las excusas constantes se volvieron parte del día a día. Sin embargo, el punto más delicado ocurrió cuando González apareció con varias horas de retraso y, según su relato, bajo los efectos del alcohol. Ese momento marcó un quiebre. El gerente decidió iniciar un proceso disciplinario, al considerar que la presencia del joven en ese estado podría generar conflictos con clientes o incluso accidentes en la vía.
El episodio no solo derivó en su salida del puesto asignado, sino que, de acuerdo con el testigo, evidenció una conducta que había comenzado a repetirse: consumo de licor en horarios laborales y una incapacidad para cumplir con sus responsabilidades.
Ahora bien, tras ser retirado del cargo, González permaneció en el sector y consiguió empleo en otro puesto ambulante de comidas rápidas. Allí, según los relatos recogidos por el periodista Daniel Muñoz en una entrevista difundida por La Red Viral, continuó trabajando incluso después del ataque a Moreno. Solo desapareció cuando se enteró de la muerte del estudiante.
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Estupiñán también señaló que alrededor del joven existía un ambiente que profundizaban sus conductas: amistades cercanas que consumían sustancias psicoactivas y un círculo social que, según él, pudo haber influido tanto en sus decisiones como en sus reacciones impulsivas.
Entre los detalles revelados figura la relación que González mantenía con una joven conocida en el sector, quien, según el testimonio, consumía LSD y lo habría introducido a un entorno de salidas nocturnas y dinámicas que escapaban a su control. La desaparición de esta mujer después del crimen se convirtió en un punto adicional para la investigación.
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La identificación de González, después de que su imagen circulara en redes, fue posible gracias a que Estupiñán lo reconoció y entregó a las autoridades la documentación que tenía sobre él, así como las direcciones donde había residido. También se contactó con el responsable del puesto donde trabajaba recientemente, facilitando el proceso que finalmente llevó a que el joven tomara la decisión de entregarse.
Aunque el caso continúa en investigación, el testimonio apunta a un elemento constante: el alcohol fue un factor recurrente en las fallas laborales, en los episodios de indisciplina y en el deterioro del comportamiento de González. Para quienes lo conocieron, este patrón no permite explicar por sí solo el desenlace violento, pero sí muestra un camino que, según ellos, él nunca logró corregir.