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Más allá de la maleta y las uvas: agüeros poco conocidos para Año Nuevo en Colombia

Aparte de los rituales tradicionales, en varias regiones del país aún se practican rituales poco conocidos que buscan atraer buena fortuna, salud y equilibrio al iniciar un nuevo año.

Agüeros pocos conocidos en Colombia
Agüeros pocos conocidos en Colombia para recibir el Año Nuevo

En Colombia, la llegada del Año Nuevo no se limita a los tradicionales brindis y cenas familiares.

En varios pueblos pequeños y zonas rurales del país, sobreviven agüeros y rituales poco conocidos que rara vez se cuentan fuera del círculo íntimo de las familias, pero que se practican cada 31 de diciembre.

Puedes leer: El ritual de la llave en el zapato que muchos hacen al iniciar el año; ¿para qué sirve?

Agüeros poco conocidos que se realizan en Colombia para recibir el Año Nuevo

Una de estas prácticas tiene lugar en algunas veredas de Santander y Norte de Santander. Allí, hay quienes colocan una cebolla partida en cuatro partes iguales en un plato sin sal, dejándola bajo la cama la noche de Año Nuevo.

Al amanecer del primero de enero, si alguna de las piezas aparece oscurecida, se interpreta como señal de posibles enfermedades o traiciones durante el año entrante. Por esta razón, el plato se desecha lejos de la casa y nunca se lava en el mismo lugar donde se preparó.

En zonas rurales de Meta y Casanare, en cambio, se practica un agüero relacionado con la abundancia de alimentos. Antes de la medianoche, algunas familias atan una cuerda roja alrededor del fogón, asegurándose de que no toque el suelo.

Esa cuerda se retira únicamente después del primer desayuno del 1 de enero. Según la creencia, esta acción “amarra” la comida y ayuda a evitar la escasez. Si la cuerda se rompe por sí sola durante la noche, se interpreta como un presagio de dificultades económicas en el año que comienza.

Otra tradición poco divulgada se observa en sectores rurales de Nariño. Allí, algunas personas se atan una hoja de plátano al tobillo izquierdo minutos antes de que llegue la medianoche.

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La hoja debe caerse sola mientras se baila o se camina; si permanece atada después de las 12 campanadas, se interpreta como señal de estancamiento en el año entrante. Forzar que se desprenda con la mano se considera un desafío a la suerte.

En algunos municipios del Magdalena Medio, hay quienes guardan silencio absoluto durante las campanadas del Año Nuevo. No se abrazan, no se brinda, ni se habla: la primera palabra del año solo se pronuncia después de beber agua.

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La creencia es que este silencio permite “escuchar” lo que el nuevo ciclo traerá y ayuda a evitar discusiones familiares en los meses siguientes.

En veredas del Cauca, se conserva el agüero de quemar sal gruesa en una cuchara metálica justo después de la medianoche. La sal debe chispear y cambiar de color.

Si se vuelve negra rápidamente, se interpreta como la liberación de cargas negativas. La cuchara usada en este ritual no vuelve a utilizarse durante todo enero.

Finalmente, en algunas familias afrodescendientes del Pacífico colombiano, existe un rito íntimo y casi secreto: esconder una piedra pequeña en la boca durante los últimos segundos del año.

La piedra no se traga ni se muerde; al dar las 12 campanadas, se escupe en la tierra. Este gesto simboliza soltar palabras no dichas, rencores y promesas incumplidas, dejando atrás lo que ya pasó antes de iniciar un nuevo ciclo.

Puedes leer: Tres agüeros para proteger tu hogar y limpiar energías negativas este 31 de octubre

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En muchas regiones, se combinan gestos mínimos, silencios y actos diversos para enfrentar lo desconocido del año que inicia, en un mosaico de tradiciones que preservan la memoria cultural de comunidades enteras.

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